Mariano de la Figuera 01/01/2007
Resumen:
Con objeto de analizar la relación entre la presión de pulso (PP) y la fibrilación auricular (FA), los autores del estudio de Framingham (estudio poblacional, longitudinal y prospectivo) incluyeron 5.331 personas mayores de 34 años (media de edad 57 años; 55% mujeres) sin FA al inicio del estudio. Esta población estaba constituida por la cohorte original de la población de Framingham y sus descendientes.
Tras un seguimiento medio de 12 años, 698 participantes desarrollaron FA (13,1%). La incidencia acumulada de FA en los sujetos con una PP inferior a 40 mmHg (correspondiente al percentil 25) fue del 5,6%. Sin embargo, en los individuos con una PP superior a 61 mmHg (correspondiente al percentil 75) la incidencia fue del 23,3%. En un modelo ajustado por diversas variables como la edad, sexo, presión arterial basal –y sus modificaciones durante el seguimiento- y factores clínicos de riesgo de la FA (índice de masa corporal, tabaquismo, valvulopatía, diabetes, hipertrofia ventricular izquierda, tratamiento antihipertensivo, infarto de miocardio previo e insuficiencia cardiaca) la PP se asociaba con un incremento del riesgo de FA (hazard ratio/HR: 1,26 por cada 20 mmHg de incremento en la PP; IC del 95%: 1,12-1,43; p<0,001). Sin embargo, la presión arterial media no se asoció con la incidencia de FA. Además, por cada 20 mmHg de incremento en la presión arterial sistólica (PAS) basal el HR para desarrollar FA fue de 1,14 (IC 95%: 1,04-1,25; p=0,006). De manera consistente con un efecto directo de la PP, por cada 10 mmHg de incremento de la presión arterial diastólica (PAD) basal se observó una reducción del riesgo de FA (HR: 0,87, IC 95%: 0,78-0,96; p=0,01). Finalmente, en aquellos pacientes en los que se realizó un ecocardiograma, la asociación entre la PP y la FA persistió tras los ajustes por la dimensión basal de la aurícula izquierda, de la masa y de la fracción de acortamiento del ventrículo izquierdo (HR: 1,23; IC95%: 1,09-1,39; p=0,001).
Comentario:
De nuevo, el estudio de la población de Framingham nos demuestra, en este caso, la relación entre la presión de pulso (PP=PAS-PAD) y una de las arritmias más frecuentes y, sobre todo, de consecuencias más graves, como es la fibrilación auricular.
Es bien conocido que la incidencia de FA aumenta con la edad, de forma paralela con un aumento en la rigidez aórtica. La PP o presión diferencial es uno de los componentes pulsátiles de la presión arterial. Precisamente, el aumento de la PAS y de la PP que se observa en la población anciana se relaciona, de forma consistente, con la rigidez arterial. De alguna forma la PP es un elemento intermedio o “sub-rogado” de la rigidez proximal de la aorta. Además, la rigidez aórtica, el aumento de la presión arterial central y de la PP favorecen el desarrollo de hipertrofia ventricular izquierda, disfunción diastólica y dilatación de la aurícula izquierda, elementos bien conocidos en la fisiopatología de la FA.
En este estudio, una PP elevada (por encima de los 61 mmHg) se asoció con un incremento en la incidencia de FA. Además, por cada 20 mmHg de incremento de la PP el riesgo de FA aumentaba, de forma significativa, en un 26% tras la los ajustes correspondientes por otras variables. Por lo tanto, a diferencia de la presión arterial media, la PP es un buen predictor del desarrollo de nuevos casos de FA.
Sin embargo, algunas de las limitaciones del presente estudio son las siguientes: 1) no se realizaron ecocardiogramas seriados, 2) el estudio no permite concluir la posible relación de la PP con las diferentes formas de FA (FA paroxística o crónica), 3) las características de la población de Framingham no permiten extrapolar los resultados a individuos más jóvenes o de raza negra y 4) a pesar de la significación estadística entre la PP y la incidencia de FA, el efecto fue más bien modesto.
Finalmente, y no menos importante, uno de los temas pendientes desde hace tiempo (quizá demasiado) es el posible efecto beneficioso de una reducción específica de la PP, en este caso concreto, sobre la incidencia de FA. En este sentido, los autores de este estudio son especialmente optimistas, ya que vaticinan que mediante cambios en los estilos de vida y tratamiento farmacológico dirigido a reducir la PP y mejorar o prevenir la rigidez del sistema vascular, se podría obtener una reducción en la incidencia de FA.
[su_note note_color=»#f4f2b8″ text_color=»#5e5e5e»]Cita original:
Mitchell GF, Vasan RS, Keyes MJ, Parise H, Wang TJ, Larson MG, et al. Pulse pressure and risk of new-onset atrial fibrillation. JAMA 2007; 297: 709-15.[/su_note]